De un tiempo para aquí percibimos un relativo aumento en la toma de consciencia en relación con la acción de liderar. No es que los líderes no supieran que deben prepararse y mejorar su desempeño, pero las fórmulas utilizadas con los enfoques clásicos del management del siglo XXI se empezaban a ver como obsoletas y poco efectivas por varias razones.
Estos motivos para el cambio cuentan con varias razones teniendo en cuenta el destinatario, el canal y la cultura organizativa en el que se contextualiza la acción de liderar.
Pero el propósito del líder sigue siendo el mismo, una vez más cambian los COMOs, no los QUEs.
Según Wikipedia, el liderazgo es el conjunto de habilidades gerenciales o directivas que un individuo tiene para influir en la forma de ser o actuar de las personas o en un grupo de trabajo determinado, haciendo que este equipo trabaje con entusiasmo hacia el logro de sus metas y objetivos. También se entiende como la capacidad de delegar, tomar la iniciativa, gestionar, convocar, promover, incentivar, motivar y evaluar un proyecto, de forma eficaz y eficiente, sea este personal, gerencial o institucional (dentro del proceso administrativo de la organización) independientemente del rol que se ejerza dentro de la organización.
No pretendemos entrar a analizar los estilos de liderazgo y que competencias necesita la persona Líder para desarrollar de manera óptima su función, pero una de las cosas nada triviales en el buen manejo de estas competencias es contextualizar el canal en el que se desarrollan.
Igual que no nos comunicamos de la misma manera por teléfono que por correo electrónico, o con nuestros compañeros directos y nuestro comité de dirección, lo mismo ocurre con el liderazgo en entornos virtuales.
Será necesario conocer cómo se comportan nuestros colaboradores en estos entornos, para poder asegurar al máximo que nuestra labor como líderes sigue siendo lo más efectiva posible.
Como recoge Deloitte en su artículo “COVID-19, el desafío de liderar en momentos de crisis” debemos tener en cuenta el contexto en el que la mayoría se han visto con la obligación de teletrabajar. No ha sido una evolución o una política de la empresa, sino un condicionante externo que ha obligado a migrar hacia nuevas formas de trabajo, sin haber realizado un diagnóstico previo, ni haber preparado a los destinatarios. Es como empezar a jugar una liga deportiva, sin conocer las reglas del juego, ni haber entrenado, ni tener la equipación apropiada.
En ese sentido los autores destacan 3 marcos temporales que debemos tener en cuenta:
·Responder: la empresa debe afrontar la situación actual y gestionar la continuidad.
·Recuperarse: se debe aprender de la experiencia y conseguir emerger más fuertes.
·Prosperar: la compañía se prepara y da forma a su nueva realidad.
En ese sentido uno de los puntos clave en cuanto al liderazgo, será la Resiliencia (donde en contexto VUCA toma una especial relevancia). Para ello, como líderes, deberemos tener en cuenta 4 dimensiones de la confianza humana: física, emocional, digital y financiera.
Aparte debemos incorporar o potenciar determinadas competencias que nos acercaran más a nuestro propósito; tal y como nos muestra Melanie Amaya en su artículo “Cómo ser un líder resiliente”, pues deberemos liderar desde un propósito significativo, tomar perspectiva y cultivar una mentalidad positiva, desarrollar nuestra propia autoconsciencia y mantener una buena higiene emocional.
Para terminar de completar la caja de herramientas para poder desempeñar nuestra labor, no podemos olvidar 5 cualidades básicas que nos detalla Deloitte:
1. Corazón y cabeza: un líder resiliente debe ser empático y capaz de ponerse en la piel de sus empleados y clientes, pero, al mismo tiempo, debe ser firme y racional para proteger el rendimiento económico de la compañía.
2. Lo prioritario es la misión: los líderes deben de ser capaces de estabilizar sus empresas durante la crisis y, en estas circunstancias extraordinarias, buscar nuevas oportunidades.
3. La rapidez es importante: un líder resiliente debe tomar medidas decisivas en el corto plazo.
4. Liderar la narración: es fundamental tomar la iniciativa siendo transparentes sobre la realidad actual y, a la vez, dibujar un escenario futuro convincente que inspire y motive a los trabajadores a perseverar.
5. Visión a largo plazo: los líderes deben mantener la visión de futuro, anticipando los nuevos modelos de negocio que, probablemente, surjan y buscar la innovación que definirá a la empresa del mañana.
Por todo ello, teniendo en cuenta el marco, las cualidades y las competencias que debemos desarrollar, es entonces cuando nos podemos acercar a poder realizar nuestro rol en el contexto de crisis, resiliencia y trabajo online.
Veronica Platas
Coordinadora de gestión del cambio